domingo, 12 de abril de 2020

Sobrevivir en el último momento - 2/02/2019 - Confinamiento en casa, 12/04/2020


En estos largos y duros días de confinamiento en casa, quiero publicar esta escalofriante historia que me contó Miriam un 24 de diciembre de 2019, día de nochebuena, cuando yo volvía a las carreteras, en compañía de ella y Sanda, tras superar el infarto cerebral que sufrí aquel 19 de noviembre de 2019. Su relato, mientras recuperaba sensaciones sobre la bici, me impresionó de tal manera, que le pedí información detallada y permiso para publicarlo en el blog. Con su consentimiento, y el de Olmo, os hago partícipes de esta sobrecogedora experiencia de estos queridos compañeros. Sin más preámbulos, os la comparto:


Ellos son Miriam y Olmo, una agradable pareja, amantes de la montaña, de la que disfrutan con frecuencia unas veces con la bici y otras a través de rutas de senderismo. No tienen miedo de situaciones difíciles, confiados en su experiencia y la buena equipación con la que se ponen en marcha, pero a veces, el destino nos juega una mala pasada, y ésta es la situación que vivieron Olmo y Miriam el pasado 2 de febrero de 2019. Un momento límite en el que llegas a pensar que estás cerca de tu última hora. El pasado 24 de diciembre, día de Nochebuena, salía por primera vez tras sufrir mi  pequeño infarto cerebral, con el permiso de los médicos. Miriam y Sanda me acompañaron y les estoy muy agradecido. Inevitable era compartir con ellos la seria situación en la que me encontré ese 19 de noviembre. Por ello, Miriam, compartió con nosotros esa experiencia límite que soportó junto a su compañero Olmo en las laderas del Veleta el pasado invierno. Tan sobrecogedor me pareció el hecho, que le pedí permiso para compartirlo en este blog. Es un milagro que estén vivos. Y lo celebramos con alegría. Ellos son Miriam y Olmo en una foto del pasado verano en Cantabria:


Tenían ganas de coronar el Veleta a pie y extender la ruta al Mulhacén y alrededores, pero el mal tiempo les obligó a aplazar varias veces el proyecto, cancelando viajes. El sábado 2 de febrero de 2019 daban un tiempo horrible, con mucho frío, pero el domingo se esperaba un día espectacular. Por ello, Miriam y Olmo deciden no esperar más. Piensan que poco puede ser llegar el sábado hasta el refugio de la Carihuela (3300m), apenas 800 metros de desnivel desde la Hoya de la Mora (2500m), para pasar allí la noche y al día siguiente disfrutar de un bonito día de senderismo en Sierra Nevada. Es un recorrido hasta el refugio que conocen bien. "Te lias la manta a la cabeza y te dices que es un recorrido corto, y con GPS" me comentaba Miriam, con la seguridad de llegar al refugio sin problemas.
Todo empezó al salir de la estación invernal, a primera hora. Pensaban acercarse hasta Hoya de la Mora en coche y se encontraron las carreteras cortadas. Entre el desconcierto, la búsqueda de itinerario para el coche y la obligación de poner cadenas, se les fue un tiempo valioso, por lo que iniciaron la ascensión al refugio alrededor de las 11.00 de la mañana, con mucho viento y niebla. Esta fue la única foto que pudieron sacar en el arco de la Virgen de las Nieves:


"Lo suyo era haberse dado la vuelta, pero piensas que está ahí cerquita y sigues", me comentaba Miriam. "Pasa el tiempo y no llegas, pero sigues pensando que no puedes estar muy lejos, por lo que continúas. El tiempo empeora y para manejar el GPS te tienes que quitar los guantes. El frío es intenso, -15º, y no puedes aguantar mucho tiempo sin cubrirte las manos por el fuerte dolor que te provoca". Por ello tuvieron que turnarse en el uso del GPS. Esto, unido a que el fortísimo viento de más de 100 kms/h les tiraba continuamente, les desorientaba de tal forma que, a pesar de estar a menos de 50 metros del refugio, como el GPS indicaba, nunca daban con él. No veían nada de nada y la tarde avanzaba. A eso de las 19:00 horas apenas se veía y la noche estaba cayendo. Les asaltó la idea de volver, pero el miedo a despeñarse por un barranco, al no ver nada, les hizo desistir. Olmo no veía nada porque sus gafas eran de menos calidad y le había entrado hielo entre gafas y ojos. Miriam le llevaba de la mano, aunque apenas veía un metro por delante de ella. El refugio seguía sin aparecer y, caída la noche, decidieron pasarla a la intemperie, en sus sacos de expedición. El de Miriam, con 1,1 kg de plumas, usado en el Himalaya, Elbrus, Rusia, etc. aún protegía algo, no así el de Olmo. A pesar de acurrucarse el uno junto al otro, no cesaban de temblar, porque el frío y el viento se mantenían y ellos, parados, estaban desvalidos, cubriéndoles la nieve. Por momentos pensaron que era el fin y dudaban de ver un nuevo amanecer. La nieve les enterraba, pasaban las horas y no dejaban de temblar. Miriam llegó a dormir unos minutos, pero Olmo no. Estaba mucho peor que ella. Miriam sabía que no aguantarían la noche. Entonces decidieron llamar al 112, sin tener la seguridad de que hubiera conexión, pero afortunadamente la hubo. Dieron su ubicación y al estar tan cerca de la estación, la Guardia Civil les mandó una máquina de las que pisan nieve. A continuación vemos un pantallazo del número para emergencias que les envió el 112 para poderles enviar la ubicación:



 Al cabo de un rato vieron en el cielo una especie de luz, un reflejo, y como estaban en una hondonada rodeada de montañas, decidieron salir de los sacos y, hundiéndose en la nieve hasta la cintura, con vientos huracanados, en una decisión a vida o muerte, se dirigieron hacia la luz y "sea lo que Dios quiera". En la siguiente imagen podemos explicar la maniobra de lo relatado, donde se aprecia lo cerca del refugio que estaban:


Gracias a Dios fueron rescatados poco después de las 23:00 horas. La máquina les bajó hasta donde habían aparcado el coche, en la cota 2500 metros. Olmo tenía los dedos de las manos azules. Cogieron el coche y regresaron a Valdemoro. Nada más llegar se acercaron al hospital. Allí no tenían especialidad en ese tema, por lo que le derivaron a un especialista vascular, en cita preferente 15 días después, algo que les sorprendió por la gravedad de las manos de Olmo. Por casualidad encontraron en internet el único hospital de España especialista en este tema, el Hospital San Jorge de Huesca. El recepcionista les dio el teléfono del médico especialista, el cual les pidió fotos de las manos, con la seguridad de que si estaban muy mal deberían ir a Huesca inmediatamente...



... por fortuna no estaban muy mal y el médico le mandó una medicación rigurosa para dos meses, con lo que ha podido salvar los dedos. Tiene algunos hormigueos, porque el tejido nervioso sufrió bastante, y está perdiendo alguna de las uñas, pero se ha recuperado muy bien, conservando una buena sensibilidad. Miriam, al contar con un saco de dormir mejor y tener mejor capacidad frente al frío extremo, no ha tenido ningún inconveniente. Tan solo tuvo algunas molestias en el dedo pulgar de un pie, pero desaparecieron. En esta imagen podemos ver a Miriam con quemaduras en la mejilla por roces con el hielo:



Los piolets, crampones y bastones que tuvieron que abandonar la noche del rescate, fueron recuperados por un amigo de ellos, Guardia Civil del GREIM, uno o dos días después, gracias a los puntos de ubicación que ellos mandaron a emergencias. Dicho amigo se enteró ese día, tras recoger el material abandonado, de que la pareja rescatada eran Miriam y Olmo, amigos suyos:


 Y este es el final feliz de esta sobrecogedora historia real. Con el permiso de ambos hemos publicado esta crónica. Sinceramente, estoy sobrecogido. Han tenido muchísima suerte, de lo que me alegro. Queridos Miriam y Olmo, nos alegramos mucho de que podáis contarlo y seguir teniéndoos entre nosotros. Un abrazo.