Pero tres valientes de mi grupeta acabaron el reto con buena nota y es el momento de rendirles el merecido homenaje a través de estas páginas. Antonio Tapia, Juanma y Juan Carlos López tuvieron el "placer" de rodar por esos increíbles paisajes pirenaicos. Antonio me mandó una completísima e interesante crónica que paso a publicar. Su lectura me ha dejado tocado, sin hacer la marcha, y mi próxima participación en la edición 2016, que haré, Dios mediante, será de un sufrimiento extremo tras leer los comentarios de Antonio.
Desde la Zaga
Ochagavía, 8.15 de la mañana. El
estómago haciendo esos movimientos típicos del nerviosismo. He llegado con
tiempo por miedo a no poder aparcar, pero no he tenido ningún problema. Sin
embargo, les he metido un buen madrugón a mi mujer e hijos. Saben que se lo agradezco
profundamente. Me preparo tranquilo y cuando estoy listo, contacto con Juan
Carlos y con Juanma para tomar la salida juntos.
Nos situamos en la cola, ya que
no tenemos ninguna prisa. Pasados unos minutos de las 9, nos ponemos en marcha
detrás de los peques, que nos conducirán a su ritmo hasta Ezcaroz, lugar donde
finaliza la Irati Txiki y se abre el recorrido. Si puedo volver, le he
prometido a mi hijo que llevamos su bici para que participe.
Alto de Jaurrieta. Iniciamos así
la primera de las ocho subidas que tenemos intención de vencer a lo largo del
día. Son cuatro kilómetros y medio con una pendiente que oscila siempre en
torno al 6-7 %. Estamos enteros, la temperatura es agradable y el ambiente
inmejorable. Se palpa cómo la gente está dispuesta a guardar todo lo posible.
Lo que queda es tremendo. Así que corono este alto sin sacar el 39x15, siempre
de pie y sin pasar de 145 pulsaciones. Charlamos sin parar. El nerviosismo ha
desaparecido y estamos eufóricos.
Descenso. Es técnico pero con muy
buen piso. Siempre me despego de mis compañeros en las bajadas (ya podía
despegarme en las subidas y por delante, que es lo meritorio…). Me gusta ir
detrás de alguien que baje rápido y que me vaya marcando la trazada. Tengo
comprobado que cuando intento ir tras alguien más lento que yo, tengo siempre
que dar algún frenazo. Me siento más seguro dejando correr un poquito la bici.
Erremendía. Segunda subida. Tres
kilómetros con una pendiente constante al 5%. Igual que en Jaurrieta, ritmo muy
agradable y de cháchara. Juanma disfruta como un enano. Se nota en su tono de
conversación. Vamos calentando.
Descenso. Parecido al anterior.
Buen piso, carretera ancha y rápido. He traído el chubasquero para la más que
probable lluvia y para proteger el cuerpo en las bajadas. Pero todavía no es
necesario. La temperatura es muy agradable y prácticamente no hemos roto a
sudar. Llegamos al río Zatoya.
Abaurregaina. Tercera subida.
Otros tres kilómetros al 3-4%. Es poco más que un repecho parecido a nuestro
Ciempozuelos. Seguimos igual. Guardando.
A partir de aquí, comienza un
continuo sube-baja que nos llevará hasta la siguiente dificultad, en el
kilómetro 35,5. No hay ni un tramo llano. O subimos, a veces con algún repechón
que llega al 9% o bajamos. No se puede circular a un ritmo constante, así que
no se forman grupos en los que se pueda rodar uniforme. En Orbaitzeta entramos
en una pista de hormigón que nos adentra en esta pequeña pedanía. Comenzamos a
ver gente de la organización colocándonos lo más ordenadamente posible en fila
de uno y avisando constantemente quesaquemos desarrollo y pongamos todos los
hierros que tengamos. Al levantar la cabeza, veo una fila de hormiguitas
trepando por la ladera de una colina. Parece que van caminando dando cabezazos
primero a un lado y luego al otro. Es una imagen espectacular. ¡Si está aquí
Gorgo, se cepilla un carrete de 36!
Yo llevo triple plato (50-39-30),
pero voy a usar 39x28. Giro 180 grados y me sumo a la hilera. La pista es
firme. No tiene desconchones y está en buen estado. Pero está rayada
horizontalmente, igual que en la subida a La Bola del Mundo. Es una dificultad
añadida. Es muy estrecha. Entran dos ciclistas en paralelo y no se puede
adelantar a nadie. Subo bien, con fuerza e intentando a la vez guardar
distancia con el de delante. Me lo voy comiendo y no voy a poder pasarlo. Mi
Garmin va marcando: 14%, 15%, 16%, 17%, 19%, 20%, 21%. Ya no miro. Me ocupo de
los de delante. Oigo sacar calas de los pedales. Se han parado y sé que yo
también tendré que parar. Llegamos caminando a un pequeño descanso de unos
20-30 metros donde un voluntario de la organización nos intenta reordenar. Nos
indica que enganchemos pedal, pero que dejemos hueco para que no ocurra lo
mismo otra vez. Obedecemos. Yo vuelvo a arrancar y miro hacia arriba. ¡Madre
mía! ¡Qué pendiente! De pie, con mi 39x28 dando zapatazos, voy superando el
tramo. 19%, 21%, 22%, 23%... Paso por una zona de sombra bajo un árbol donde el
piso está húmedo. Derrapo. Casi tengo que sacar el pie, pero consigo rehacerme.
Ya llegamos. Espectacular. Merece la
pena echar la vista atrás para contemplar la imagen de los ciclistas luchando
contra la gravedad. Te pules otro carrete, Gorgo…
Llegamos al avituallamiento en la
antigua fábrica de armas. Hay un atasco monumental y tardamos bastante en coger
alimento y bebida. Una vez conseguido,
comemos y bebemos tranquilamente, comentando nuestras impresiones sobre
la pared que acabamos de trepar. Van 40 kilómetros y aún no ha comenzado la
dificultad. Nos ponemos en marcha y encaramos la cuarta subida, sin contar
entre ellas El Muro.
Azpegui. Son seis kilómetros
donde la exigencia se concentra en los cuatro primeros. Superaremos dentro de
ellos dos kilómetros con una pendiente media superior al 9%. Encontramos ya
rampas constantes de algún centenar de metros que no bajan del 13-14%. La cosa
se va poniendo seria. Pero todavía estamos muy fuertes y superamos este alto
sin dificultad alguna, a buen ritmo, pero intentando guardar. Aun así, ya
pasamos a mucha gente en esta ascensión.
Descenso muy pronunciado. El
asfalto ya es el propio de estas carreteras de alta montaña y hay que llevar
mucha precaución, cogiendo frenos constantemente. Termina el descenso y
llegamos al kilómetro 51,5. Comienza la fiesta.
Errozate-Artaburu. Sin ningún
tipo de duda, es el puerto más duro que he subido nunca. He subido La Bola,
Tourmalet, Luz Ardiden, Troumouse, Gavarnie Boucharo, Lagos y algún que otro
coco más, y este, sin duda alguna, se lleva la palma. Son 10 kilómetros
clavados en los que se suben 1000 metros. Las cuentas son fáciles: 10 kms al
10% de pendiente media, pero con muchas sorpresas… El primer km es al 9,1% de
p.m., pero te da la bienvenida con un tramo de unos 350 metros donde la
pendiente oscila siempre entre el 14-16%. Luego “suaviza” un poco y se mantiene
en el 7-8%. Los siguientes cuatro kilómetros son brutales. Mi “cuenta” marca en
todo momento dos dígitos, y rara vez se baja del 12%. Este tramo es eterno.
Parece que no acaba nunca. Pero a medida que vamos ganando altura, vamos
contemplando el increíblepaisaje que nos rodea. En cierta medida, esto alivia
el sufrimiento. Llevamos un buen ritmo. Vamos los tres juntos y pasamos gente
constantemente. El sexto kilómetro te da un respiro y la pendiente “baja” al 9%
de media. Esto se traduce en tramos al 8-9% y otros al 11-12%.
Los cuatro kilómetros que nos
quedan son la verdadera trampa de este coloso. Viendo la altimetría, vemos que
las pendientes medias bajan considerablemente para situarse en torno al 8%,
pero tiene truco: de buenas a primeras, encontramos un magnifico tramo
reparador que ronda el 2-3%. Tienes la sensación de ir bajando. Pero claro, hay
que compensar esa cifra para que la media del kilómetro alcance el 8-9%.
Resultado: te das de cara con una pared que da miedo. Hay que superar rampas de
200 metros en los que veo con demasiada frecuencia cifras entre el 18-21%. Se
hacen interminables y parece que te vas a caer de lado. De hecho, a punto estoy
en una ocasión en la que un ciclista que me precede tiene que echar pie a
tierra. Tengo que hacer auténticos malabarismos para no sacar la cala del
pedal. Sé que si descabalgo aquí, me
tocará caminar. Hasta aquí he venido con 39x28, siempre de pie y gastando
seguramente demasiado. Decido poner mi platito de 30 dientes para superar
tramos similares a este. Los oriundos de la zona, dicen que quedan varios. Y no
mienten. No hay respiro hasta coronar. Tramo suave seguido de pared bestial
nunca inferiores a los 200-250 metros. Llegando arriba, nos adelanta el dorsal
984. Me quedo con el número porque fue el único. Por fin, coronamos. Nos
detenemos y nos miramos con satisfacción. ¡Vaya puertacooooo! Nos hacemos unas
fotos, ponemos el chubasquero y atendemos a las indicaciones de los voluntarios
avisando del descenso extremadamente peligroso que nos aguarda.
Como dice Juan Carlos, este coloso no aparece en el Tour o La Vuelta porque no es posible meter a un pelotón de profesionales por semejante descenso. Nadie suelta los frenos en los 10 kms siguientes. Huele a goma de zapatas y hay pinchazos tanto por el pésimo estado del asfalto (que muchas veces, simplemente no existe), como por la excesiva temperatura de las llantas. Mi computador marca en alguna ocasión tramos del 25% en las sucesivas herraduras que se superan. Cuando llego abajo, tengo un dolor tremendo en los antebrazos y en las cervicales.
Avituallamiento y sin tregua
alguna, a por el sexto: Surzai Lepoa. Siete kms y medio al 4,5% de p.m. Las
piernas ya van quejándose y me doy cuenta aquí de que quizá he abusado de
desarrollo en Errozate, o que no he hecho bien algo en cuanto a hidratación y
alimentación. No subo de pulsaciones y las sensaciones están empezando a ser
“pastosas”. Malas noticias viendo lo que queda. Coronamos y nuevo descenso.
Llegamos a Chalet de Pedro y
comienza el penúltimo: Bagargui. Seis kilómetros al 5% de p.m. Noto el
cansancio físico y lo que es peor, mentalmente me estoy “acojonando” un poco.
Con las sensaciones que llevo, creo que voy a pasarlo muuuuuy mal en Larrau. De
nuevo bajada muy rápida y peligrosa. El piso está húmedo y hay que extremar la
precaución, aunque aún no ha comenzado a llover. Fin del descenso. Llega el
coco.
Larrau. Comienza a llover. La
crono que ofrece la Irati Xtrem, comienza en el pueblo de Larrau. Pero este
puerto tiene antes dos kilómetros que forman parte indisociable de su
altimetría. La ascensión comienza en el Albergue de Laugíbar, y hasta llegar a
la localidad de Larrau, tenemos dos kilómetros con un 10% de pendiente media,
muy constantes con rampas siempre en torno al 11%. Cuando llego a las
alfombrillas del cronometraje, ya voy calentito. Me ha costado bastante
mantener el ritmo de mis compañeros. Nada más poner el reloj a cero, Juan
Carlos aumenta ostensiblemente el ritmo. No voy muy bien. Mi pulso no sube y
estamos en un kilómetro que no es excesivamente duro, comparado con lo que resta. Juan Carlos no afloja. Va
enganchado con un tipo fino como él y sube a ritmo. Juanma se suelta. Yo
intento rehacerme y aguanto algo más, pero mis sensaciones distan mucho de las
que llevaba en Errozate. Decido soltarme y bajar un punto. Esta subida la haré
solo, luchando con mi cabeza. Las rampas se mantienen siempre en torno al
11-13%, sin un solo descanso ni respiro. Sigue lloviendo y no lo va a dejar.
Parece que he encontrado un golpe de pedal cansino, pero eficiente. No subo
fuerte, pero subo, cogiendo a bastante gente incluso. Pero alguno me pasa
también a mí. Me fijo en dos ciclistas: uno con un maillot de Movistar y otro
de Euskaltel que me adelantan muuuuuy despacito. Los cojo de referencia cuando
me separan unos metros de ellos, ya que veo que su ritmo me puede valer. Los
carteles con la pendiente media del kilómetro por venir y lo que queda, se
suceden lentamente. Estoy sufriendo muchísimo, pero veo a mucha gente andando y
otros intentando hacer eses, pero al ver que la cantidad de corredores les
dificultan la maniobra, deciden echar pie a tierra. Me acuerdo de Induráin. Yo
sólo me juego mi pequeña parcela de satisfacción. Él se jugaba un Tour y vio
cómo Larrau lo tumbaba irremediablemente.
Llego al Col de Erroymendi, donde
se produce un descanso de un par de kilómetros que me devuelven a la vida. ¡Vamos, globeroooo!¡Dos kilómetros
de tortura más y lo tieneeeees!. Dos más… Sólo dos… Pero por encima del 10% de media. Vuelvo a mi
pedalear cansino. El de Movistar y el de Euskaltel, a tiro de piedra. Un
kilómetro… Duro. Durísimo. En la última curva que precede a la rampa final, de
unos 300-400 metros, se acumula gente, animando incansablemente. Llevan ahí
horas con un paraguas, seguramente para
ver pasar fugazmente a algún familiar o conocido. La afición que hay en esta
tierra por el ciclismo es formidable. Veo el punto de cronometraje, bajo dos
coronas, me pongo de pie y me como, primero al de Euskaltel y luego al de
Movistar. Último rampón al 14% y … ¡Ya estaaaaaá! Me doy cuenta de que sigue
lloviendo. Veo a Juan Carlos frente al avituallamiento. No hace mucho que ha
llegado, pues está sin poner el chubasquero todavía. Al final, me quitó tres
minutos. Gran escalador Juan Carlos. Damos los dos unos tiritones que nos
podrían desencajar los hombros. Hace mucho frío. Ponemos el chubasquero y
esperamos a Juanma que llega en unos minutos. Comenzamos el descenso. La bajada de Larrau hacia
Ochagavía es excelente, pero llueve mucho y el frio entumece el cuerpo,
dificultando mucho maniobrar en la bici. Me llevo algún susto cuando al
intentar frenar, me doy cuenta de que me cuesta dar presión a las manetas. Tras
cinco o seis kilómetros, me dan ganas de llorar. Estoy congelado y agarrotado
por completo. Épica pura… y sin cobrar… A medida que pierdo altura, voy notando
cómo la temperatura se templa y comienzo a sentir mi cuerpo. Saco fuerzas de
flaqueza y cubro los 7-8 últimos kilómetros, casi llanos por fin, volando. Paso
a varios participantes que se enganchan a mi rueda, pero enseguida tienen que
soltarse. Estoy loco por llegar, quitarme esta ropa y darme una ducha. Llego a
la meta casi ocho horas después de salir. Ni siquiera espero a mis compañeros
para felicitarnos. Voy corriendo al pabellón dónde aguarda mi mujer con mi
ropa. No tiene precio lo que me ha ayudado y facilitado hoy las cosas. En la
ducha, última dificultad: ¡Agua fría! Pero como dijo uno en el vestuario, con
agua caliente, esto no sería “Xtrem”…
Espectacular marcha. Organización
inmejorable, la gente volcada, entorno de ensueño, ni una pega que poner. Si la
salud lo permite, al año que viene estoy en Ochagavía como un clavo. Además, he
contado con dos excelentes compañeros de viaje. Da gusto rodar con vosotros,
Juanma y Juan Carlos. Y la familia de López, que decir: conexión desde el
primer momento. Mi hija se quedó prendada de Alba. Saludos para vosotros. A ver
si coincidimos en más de estas.
Y así es como yo lo viví… Desde
la Zaga.
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Incluimos algunas imágenes más aportadas por Juan Carlos:__________________________________________________________________________________
Juan Carlos en el descenso de Larrau. Se intuye la tiritera.
Juan Carlos en la ascensión a Larrau. El frío esperaba arriba. Y con él y la lluvia, la Épica.
Juan Carlos y Juanma en ¿Errozate?
Juanma, Juan Carlos y Antonio en algún puerto del primer tercio de la prueba.
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La salida del próximo domingo está en la entrada anterior.
Antonio, decir que me ha parecido un magnífico resumen de lo acontecido por tierras Navarras.
ResponderEliminarMe limitaré por ello a contar algunas sensaciones vividas intentando no repetirlas, que lo de contar las cosas hay que dejarlo para los que saben.
La impresión que me llevé toda esa semana en la zona, es que su población además de ser agradable y hospitalaria son grandes aficionados al ciclismo. No recuerdo un solo pueblo por el que pasamos en el que no hubiera gente animando. Y no me refiero a gente apostada en las cunetas, digo gente gritando y soltando "aúpas" como si del Tour se tratara. Recuerdo a una mujer mayor en especial. Me acuerdo oirla gritar mucho antes de llegar a su altura y mucho después de sobrepasarla. No sé lo que decía, por que era en Euskera, pero la mujer lo estaba dando todo, lo vivía de manera especial. Una pasada de afición. No daba crédito al ver en la cima de Larrau a tanta gente bajo la lluvia para animar a los que pasábamos. Supongo que esperarían a algún familiar, pero no dudaban en darte aliento. Aún estoy impactado al recordarlo. Por qué no decirlo, sentí envidia al ver el contraste con nuestra zona.
Recuerdo haber disfrutado mucho del paisaje en la bicicleta, en especial al principio de la marcha pues nos lo tomamos con calma. No suele suceder y más yendo con Antonio que es un "pesao" con hacer buenos tiempos en las marchas. Esta al no ser cronometrada en su totalidad, se la tomó con otra filosofía, que fue bien recibida por Juanma y un servidor. Aún así, después del avituallamiento de la fábrica de armas, es cierto que recuerdo que empezamos a adelantar a bastante gente en todos los puertos en adelante, siempre marcados por el ritmo de Antonio. Lo de llevar el freno echado no lo lleva muy bien. Retener todo ese torrente de energía debe ser complicado, eso, o es que tiene mucha prisa por "calzarse" unas birras.
Durante los días anteriores se comentó mucho la presencia de Luis Enrique (entrenador del Barça) y su segundo, Juan Carlos Unzue. El pueblo revolucionado, haciéndose fotos con él antes y después de venir de entrenar. Antonio me comentó que había que ganarle o quitarle la bici. Yo le comenté que lo segundo sería más fácil. Tras comprobar los tiempos oficiales de la subida a Larrau, compruebo que los tres sacamos mejor tiempo que él. Resultó pues, lo primero más factible. 12 minutos le metí a Lucho. Quién me lo hubiera dicho con la pedazo de flaca que llevaba.
La subida a Errozate fue muy bonita, pues el paisaje era espectacular y como ha explicado Antonio, los desniveles apabullantes, pero de la que más disfruté y mejor recuerdo me ha quedado es de Larrau. Nunca había subido un puerto así, lloviendo. Me gustó, disfruté de esa sensación y de esa épica que le da añadirle un poco más de dureza a lo que ya de por sí es duro. Me sentía con fuerza a pesar de los 7 puertos anteriores y puse un ritmo exigente. No sé en qué kilómetro fue donde escuché a Antonio despedirse de mi, pero no quise ni contestarle por que no quería perder la estela de un chaval que iba como un tiro. Enseguida se me empañaron las gafas de mitad para arriba en una mezcla por la lluvia y el calor que empezaba a desprender. Pensé en quitármelas pero me dije: "Bah, así mejor, no veo lo que tengo a lo lejos y me concentro en los escasos tres metros que veo por delante de mi." Me iba mojando pero no sentía frío, solo me notaba con sed y ya me quedaba poca agua. Vi mucha gente echar el pie a tierra e ir de lado a lado de la carretera. A un chico al que iba a adelantar pegó una arcada con su correspondiente vómito. Suerte que lo hizo para el lado de la cuneta y no para el lado donde yo lo estaba adelantando. En el último tramo tuve que pedir agua a un chico al que adelantaba y me supo a gloria. Y se me erizaron todos los pelos al empezar a ver el final del puerto y escuchar a la gente cómo nos jaleaban diciéndonos que ya estaba hecho. Todo sensaciones inolvidables.
ResponderEliminarGorgonio ya en Madrid me preguntó cuál había sido el puerto más duro de todos y le contesté que la bajada de Larrau. Nunca había sufrido de esa manera encima de una bicicleta. Me quedé frío en la cima esperando a Antonio y Juanma y la bajada lloviendo fue una tortura. Temía caerme en una de las muchas tiritonas violentas que me estaban dando. Me dolían la mandíbula de ir apretando los dientes, pero a su vez no podía separarlos. Me dolían los hombros y pensaba que se me iban a salir del agarrotamiento que llevaba. Solo podía sacar fuerzas para mover los dos dedos de la mano para frenar y gracias. Mientras todo eso me sucedía, me dio por pensar cómo un profesional del ciclismo que ya tiene su vida económicamente resuelta podía pasar por algo así. Y también me imaginé a un futbolista retorciéndose en el césped después de simular una falta. Pero no tuve ni fuerzas para sonreír al imaginario. Yo también tuve ganas de llorar. No lo iba a contar por vergüenza, pero si le pasó a Antonio, me da menos vergüenza. En la zona que no picaba tanto para abajo y hubo que dar pedales creí que llevaba un puñal clavado en cada muslo por el frío. Me miré y solo pude ver mis rodillas negras sin saber porqué. Luego supe que era de los frenos. Hoy mi bici pesa menos hasta que no le ponga zapatas nuevas.
La conclusión que saco de la Irati es que nunca voy a olvidar esta marcha. Por dura y por bonita. Si tengo la ocasión de volver, no tendré dudas. Doy las gracias a Juanma y Antonio por el día magnífico de ciclismo que viví con ellos, y también las gracias a la familia que nos tiene que aguantar todas estas locuras que se nos meten en la cabeza.
Un placer conocer a la familia de Antonio y al padre de Juanma.
Genial Juan Carlos. Ni una coma que añadir. Eres tan bueno con la pluma (bueno, con las teclas del "ordenaero"...) como con la flaca.
ResponderEliminarEspectacular, sois unos valientes. A mí me llama algo más la tentación (aún me queda preparación, por cierto) la Pax Avant, pero vaya, que esta no es como comerse un bocadillo, jejeje.
ResponderEliminarHablamos, saludos, y enhorabuena
Envidiaaaaa
ResponderEliminarEntiendo perfectamente lo que la lluvia y el frío os hizo pasar. Yo hice la QH 2010, entera. Buscadla en internet y os haréis una idea. Por eso me rajé al final. Me lo olía.
ResponderEliminarPor otro lado también entiendo vuestras sensaciones con el jaleo de la gente. ¿Verdad que te sientes protagonista del Tour por momentos?
Enhorabuena a los tres.
No conozco la Pax Avant, Juan Antonio. Parece que este año la han suspendido por motivos de seguridad. Me informaré.