viernes, 24 de mayo de 2013

DÍA 14-7-2009:  TELEGRAPHE Y GALIBIER:

Lo habíamos dejado en St. Michell de Maurienne, en pleno avituallamiento. Eran las cuatro de la tarde y me enfrentaba al mayor reto de mi vida ciclista: el encadenado Telegraphe-Galibier. Los carteles hablaban por si solos:

34 kms de ascensión, con el descansillo tras el Telegraphe, eran para tomárselo con calma. En el comienzo del Telegraphe no sabía por dónde ascendía el puerto. Estaba ciego y me dediqué a sacar fotos de la belleza que contemplaba al paso por St Martín d´Arc:

Pero pronto comprendí que la cima del Telegraphe no podía ser otra que la que tenía sobre mi cabeza, una auténtica pared:

Este puerto, a pesar de tener una pendiente media del 7%, se sube muy bien, sin agobios, con un ritmo constante. Tiene un buen asfalto y bastante arbolado. La temperatura comenzó a descender, para gozo mío, bajando de los 30º con rápidez. Enseguida apareció ante mí la silueta de un cicloturista. En esta ocasión fue mi presa. Subía con muchas dificultades y quedó atrás con rapidez:

Ganaba altura con celeridad y a pocos kms de la cima se veían vistas del valle de St Michel como estas, con la pared que acaba en la cima del puerto, a la izquierda:

Abajo, St Michel. A la derecha, el bosque de pinos y abetos por donde sube la carretera del puerto:

En esta foto, hasta se adivina el trazado de la carretera:

Y por fin coroné. Empleé hora y media en esta ascensión. Eran las cinco y media de la tarde y por delante quedaba el gran coloso, pero no me asustaba. Esta foto me la hizo un inglés entusiasta de Contador:

Tras un rápido descenso de unos 4 kms, en el que de nuevo anduve despistado, sin saber por qué valle estaba el Galibier, llegué a Valloire, una bonita localidad alpina:

A la salida de Valloire encontré esta magnífica escultura en madera, relativa a la fauna de la zona:

Tras ella me adentré en un atractivo valle, con pendientes moderadas que me predecían lo que me esperaría después:

La belleza natural sobrepasaba los límites de lo que yo conocía. Me acordaba de mis rutas por el sur madrileño, tan áridas en esta época estival, y no daba crédito a lo que veían mis ojos:

Auténtico paraíso ciclista. ¡¡Qué gozada!! :

Ni pensaba en la hora, tal era mi entusiasmo. La tarde caía y aun me quedaban 13 kms para coronar el monstruo. Seguía gratamente sorprendido por los continuos avisos a los automovilistas de dejar la distancia reglamentaria al adelantar a los cicloturistas. ¿Existen en España? :

Otro colega apareció ante mí. Subía con más dificultades que yo. Por aquí la pendiente rozaba el 10%:

Y ante mis ojos, las grandes montañas alpinas, cuyos valles fueron surcados por inmensos glaciares en un pasado muy cercano:


Tomar agua seguía siendo lo más fácil del mundo. El problema era elegir entre tantos chorros cristalinos:

Ahí las tenéis, las ovejillas parecen de portal de Belén en la inmensidad de estas montañas:

Al llegar aquí el valle se cierra, sin aparente salida. Qué terrible y atractivo descubrimiento fue comprobar que había que remontar la pared de la derecha:

Llegando a la curva de vaguada aparece esta señal. Sólo son 8 kms, pero qué kms. Hace un momento había pasado el último cicloturista que me crucé en esta salida:


Contínuas rampas al 10% durante dos kms, herradura tras herradura, con vistas al valle que iba remontando como estas:



¡¡¡¡Pedazo de puerto!!!! :


Mi ignorancia del final del puerto me hizo disparar esta foto tapando con la señal del fondo la cima del coloso (¿me equivoco?):

Impresionante espectáculo alpino:


Alcanzado el cruce del túnel parece que ya es pan comido. Nada más lejos de la realidad. Aun quedaban dos kms al 10% y los primeros neveros a mis pies:


A partir de aquí, la borrachera de imágenes fue de órdago a pares:


El cruce del túnel:

Tocar nieve en julio, un placer:

Y la cima a mi alcance. Los 2200 metros de la Bola del Mundo quedaban muy por debajo de los 2645 metros del Galibier:

Por fin hacía cima. Eran las 19:30 horas. Allí solo quedaba una caravana cuyo dueño me hizo esta foto. La temperatura, 12º, me pedía que me pusiera el chubasquero. El cartel, IRRECONOCIBLE. Imaginaos que allí dice: Col du Galibier, 2645 metros:


Vista de la vertiente de Valloire desde la cima:

Y el lado del Lautaret:

Las majestuosas cimas alpinas vistas desde el Galibier:

El valle de BrianÇon y la advertencia de bajar con precaución:

Distintas vistas del descenso:



El cruce del Lautaret, con la cima del Galibier al fondo:

Y los glaciares desafiando al verano:

Aun quedaban más de 30 kms hasta el cruce de La Croix de Fer, que yo creía todos de descenso del Col du Lautaret, con un poco de llano al final, pero me encontré con algunos repechos que me crucificaron. Precioso y largo descenso, el de este puerto, con carretera recién arreglada en los primeros tramos, permitiendo alcanzar grandes velocidades:


Aun me esperaba un pinchazo cuando el sol comenzaba a dar muestras de debilidad. Reparé con nervios. Los repechos que encontré aumentaron mi incertidumbre sobre llegar de día. Los túneles, sin iluminar, una aventura a estas horas de la tarde. Menos mal que llevaba mi piloto trasero. Al menos era visible por detrás. Llegué a las 21:00 horas al coche, poniendo fin a una gloriosa y épica jornada ciclista. Lo peor, hacerla solo. Eché de menos  a mucha gente.
Queda una jornada: la de Suiza. Será apoteósica. Pero el sueño me envuelve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario